Todo empezó al llegar a la sala de espera... ocurrió algo nada habitual en mí: cogí una revista. Después de hojearla -y ojearla- llegué a la conclusión de que cada imagen, cada artículo, cada reportaje e incluso cada anuncio publicitario me hacía pensar. Podría decir que fue un catalizador de ideas. Éstas llevaban semanas gestándose, desde el comienzo de mis vacaciones de verano -que no representaban sólo un periodo de descanso, sino el punto de partida de una nueva etapa en mi vida-, iban confeccionándose algunos pensamientos atrevidos, otros más prudentes pero, al fin y al cabo, todos ellos consistían en reinventarme, una vez más.
Pero faltaba algo que detonara todos esos proyectos.
Y entonces apareció ella: la revista de la sala de espera de mi dentista.
Mientras mis ojos miraban fijamente a la luz que proporcionaba la perfecta iluminación para trabajar en
Ahora tengo un blog. Las cosas que pasan por mi cerebro ya no tienen por qué perderse en los agujeros negros de la información no relevante que debo olvidar. No está bien saturar a las amistades -sobre todo teniendo en cuenta que no abundan las personas que disfrutan/toleran mis a veces estúpidas (no a mi juicio, claro) reflexiones- , es más, las no amistades que decidan leerme a partir de este momento no sólo se van a caracterizar por ser "usuarios de mis pensamientos" de forma voluntaria, sino que además tendrán el reto -quizás también la ventaja- de percibir mi mensaje de la forma más pura: únicamente a través de mis palabras. No me conocen, no saben nada de mí, pero comprenden algunas de mis cosas, aquellos detalles que me llaman la atención y necesito poner en común. Me ilusiona comunicar de esta manera.
Mientras paso las más duras -a la vez que entrañables- páginas de mi corta vida, entre tanto que reinicio mi persona y reinvento mis circunstancias, os hago partícipes de este valiente -según mi punto de vista- proceso al que llamaría, en honor a un admirado filósofo, "tabula rasa".
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