lunes, 3 de agosto de 2009

Hasta pronto

Terminan mis vacaciones reflexivas y empiezan mis vacaciones activas.

Os dejo una canción, "dibujo en el aire", de Chambao. No sé conseguir que salga el vídeo directamente, ¡lo siento! No dejéis de verlo

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Nos vemos en septiembre


sábado, 1 de agosto de 2009

Cuando cumpla los sesenta, mi larga melena me acompañará.

¿Por qué las mujeres acortan su melena a medida que avanza su edad?
Es algo en lo que me he estado fijando y, sinceramente, me desconcierta. ¿Existe un acuerdo tácito al respecto?

Si os detenéis unos instantes a pensar, os daréis cuenta de que no conocéis a ninguna mujer entrada en la cincuentena -salvo alguna excepción, como en toda norma que se precie- cuyos cabellos sobrepasen la línea de los hombros.

¿No es acaso el peinado de una mujer parte de su sensualidad y su encanto? ¿No son las largas melenas signos de feminidad y, en muchas culturas, de erotismo?

Una veinteañera bien puede optar por un "look" moderno, con una longitud de apenas dos centímetros -lo que en la infancia se conoce como"se ha cortado el pelo como un chico"-, un "peinado despeinado", flequillos que disminuyen la visibilidad, y toda clase de asimetrías según la moda Llongueras.

¿Pero qué pasa con las mujeres más maduras? ¿No son dueñas de su imagen? ¿Está socialmente determinado el rango de longitud de su peinado?

Desde aquí, me torno portavoz de las melenas largas y voluminosas, ya sean lisas o acaracoladas, claras, oscuras o del color del fuego, defendiendo su derecho a no ser consideradas únicamente una característica juvenil.
Así también, me tomo el derecho de reivindicar su feminidad y su belleza a pesar de ser cada vez más descatalogadas, consideradas clásicas y pasadas de moda.

La belleza del peinado no se encuentra en la extravagancia ni en la modernidad, sino en saber llevarlo. Y eso, desde luego, no depende de la edad.

jueves, 30 de julio de 2009

Belleza efímera



Me voy a la playa. Espero poder escribir cuando vuelva, ya que llevo un par de días desconectada de la red y no he tenido ocasión de hacerlo.
Por si alguien me echa de menos, supliré mi ausencia con la fotografía de una flor. Una flor que tuvo un solo día de vida. Se abrió, posó para mí al más puro estilo de una modelo de la revista Vogue y, a la mañana siguiente, se marchitó. ¡Cuántos poetas podrían escribir sobre lo efímero de las cosas bellas! Yo me conformo con dejaros una imagen. Que paséis un buen día.


martes, 28 de julio de 2009

Footing, jogging. Desatar la mente

Creo que hay pocas cosas tan liberadoras como salir a correr.
Practicar ejercicio físico es siempre reconfortante pero, según mi parecer, correr -permitidme que no use el término "footing", no me agrada especialmente- cumple todos los requisitos que debe tener mi actividad física ideal.

No requiere material específico, salvo unas zapatillas deportivas y algo de ropa cómoda.

Cualquier momento del día puede ser válido para practicarlo.

No requiere aprendizaje de normas o estrategias complejas -al menos para los aficionados-, por lo que su práctica es independiente del nivel cultural.

Para los más acomodados-cosmopolitas puede llevarse a cabo en un gimnasio sobre una cinta -en ese caso, más de uno se entretiene deleitando su sentido de la vista. Me reservo para otra ocasión hablar de la "fauna" de los gimnasios-.

Mientras que para aquellos amantes de la naturaleza, correr puede llegar a elevar el alma y establecer c
onexión con la madre naturaleza -acabo de pensar: si en lugar de "madre naturaleza" se llamara "padre naturaleza", ¿no os parece que el movimiento feminista habría lanzado implacables críticas al respecto y se habrían movilizado para acabar con tan sexista término?-, deleitando su sentido de la vista en este caso con variopintos paisajes.

Si hablamos de estética... bueno, mejor no, tengo la sensación de que aquellos que corren sólo por una mejor silueta no son muy constantes en su práctica -quizás me equivoque, pero creo que el que no tiene fuerza de voluntad para comer menos, tampoco la tiene para practicar ejercicio físico de forma regular, al menos si el único objetivo que promueve dicha actividad es el de "bajar" una talla-.


Hablemos de salud: quiero que dentro de unos años -¿treinta? ¿cuarenta?- los antecedentes personales de mi historia clínica sean: no AMC (las alergias a medicamentos no dependen del ejercicio físico -al menos que se sepa-, pero es lo primero que se escribe en la historia), no HTA, no DLP, no DM, no hábitos tóxicos.

Pero ¿sabéis que es lo que hace que correr esté en el número uno -el sexo queda excluido por motivos que ahora no viene al caso explicar- en mi lista de mejores actividades deportivas? Es un tiempo de reflexión. Maravilloso momento de soledad -yo suelo salir a correr sola, aunque a veces arrastro a mi hermana y, otras, mi padre me arrastra a mí- donde uno se encuentra consigo mismo (no me gusta esta expresión, suena a topicazo pero... en este caso creo que es la más adecuada), el ejercicio es simple, por lo que se convierte en la parte mecánica y automatizada de la actividad, dejando la mente libre de responsabilidades, sin anclas ni arneses, totalmente libre, inspirada por el paisaje que va quedando atrás tras cada zancada.

Correr es como una olla hirviendo, va cociendo pensamientos, elaborando diferentes platos cada día. Más de los que el tiempo me permite escribir. Menos mal que tengo buenos amigos dispuestos a escuchar.

lunes, 27 de julio de 2009

¿te has preguntado alguna vez en qué trabaja tu mente mientras el dentista trabaja tus dientes?

¿En qué piensa la gente mientras el dentista hurga en su cavidad oral en una de esas limpiezas rutinarias? Las palabras literales de mi madre fueron "no lo sé... supongo que pienso en mis dientes". La respuesta de mi hermana fue más contundente: "observo la cara de la odontóloga y la analizo". No soy capaz de decir en qué pensaba yo habitualmente, pero sí puedo hablaros de la experiencia de mi última limpieza, hace no más de una semana.

Todo empezó al llegar a la sala de espera... ocurrió algo nada habitual en mí: cogí una revista. Después de hojearla -y ojearla- llegué a la conclusión de que cada imagen, cada artículo, cada reportaje e incluso cada anuncio publicitario me hacía pensar. Podría decir que fue un catalizador de ideas. Éstas llevaban semanas gestándose, desde el comienzo de mis vacaciones de verano -que no representaban sólo un periodo de descanso, sino el punto de partida de una nueva etapa en mi vida-, iban confeccionándose algunos pensamientos atrevidos, otros más prudentes pero, al fin y al cabo, todos ellos consistían en reinventarme, una vez más.

Pero faltaba algo que detonara todos esos proyectos.
Y entonces apareció ella: la revista de la sala de espera de mi dentista.


Mientras mis ojos miraban fijamente a la luz que proporcionaba la perfecta iluminación para trabajar en mi boca, mi mente era un torbellino de ideas que cobraban forma a medida que mis dientes se blanqueaban. Pero el momento exacto en que decidí crear mi propio blog fue durante "los minutos del flúor", quizás estimulada por la fresa ácida -sabor que, por cierto, creo que tendrían los hipopótamos rosas si éstos existieran-, quizás por ser consciente, de repente, de que al salir de la clínica ya no tendría que coger cita para el año siguiente, pues ese año ya no volvería a mi isla natal como todos los veranos, sino que estaría preparando probablemente el examen más importante de mi vida.

Ahora tengo un blog. Las cosas que pasan por mi cerebro ya no tienen por qué perderse en los agujeros negros de la información no relevante que debo olvidar. No está bien saturar a las amistades -sobre todo teniendo en cuenta que no abundan las personas que disfrutan/toleran mis a veces estúpidas (no a mi juicio, claro) reflexiones- , es más, las no amistades que decidan leerme a partir de este momento no sólo se van a caracterizar por ser "usuarios de mis pensamientos" de forma voluntaria, sino que además tendrán el reto -quizás también la ventaja- de percibir mi mensaje de la forma más pura: únicamente a través de mis palabras. No me conocen, no saben nada de mí, pero comprenden algunas de mis cosas, aquellos detalles que me llaman la atención y necesito poner en común. Me ilusiona comunicar de esta manera.

Mientras paso las más duras -a la vez que entrañables- páginas de mi corta vida, entre tanto que reinicio mi persona y reinvento mis circunstancias, os hago partícipes de este valiente -según mi punto de vista- proceso al que llamaría, en honor a un admirado filósofo, "tabula rasa".